El sólo hecho de tu existencia impacta en la vida de los demás.
La Responsabilidad por Nuestros Actos
(Por Carlos de la Rosa Vidal)
Por estas razones la pregunta del billón es: ¿Qué tipo de existencia
quieres tener? Porque inevitablemente tu vida y tu tiempo influirán en quienes
te rodean. Si un hijo es excelente estudiante convertirá a su familia en una
depositaria de orgullo generacional, si por el contrario el miembro de una
familia es un narcotraficante, un grosero ladrón de esquina, inevitablemente
provocará cambios subalternos en el destino familiar.
Toda vida es un elemento de cambio influyente. Si tienes un conocido
que ha destinado su vida a la vagabundez de la vida, sin nada que hacer salvo
comer, dormir y bostezar, entonces aquella persona de algún modo, que algunas
veces no comprendemos, está influyendo en la vida de algunos más.
El sólo hecho de tu existencia impacta en la vida de los demás. Resulta
una idea tan obvia que por ello mismo podemos no advertir una enseñanza tras
esta simple afirmación. Buda, ante la soberbia observación de uno de sus discípulos
dijo: si ya lo sabías y no has hecho nada estás peor que antes. El sabio de
oriente nos revelaba la cruel e inconsciente costumbre del individuo de
volverse inmune a la información.
Ya nada te cambia. Tienes una responsabilidad única por este motivo, el
de saber impactar positivamente en los demás, en orientar su tiempo. Nada
provoca más satisfacción que la de un acto de continuo servicio, al reconocer
además que nuestras obras sirvieron aunque sea a una sola persona, que nuestra
vida impacta a la de alguien más.
Es responsabilidad nuestra el de influir éticamente y de relacionarnos
con bondad. Un pequeño acto de servicio puede ayudar a salvar una vida. La
amistad de toda una vida inevitablemente edifica un destino.
Puedo contarte que sólo cuarenta segundos duró la breve conversación
con una chica que conocí en el último año de la universidad. Fui en busca de la
encargada de un taller para orientarme sobre unos problemas técnicos. En
cambio, encontré a una linda jovencita, sentada, algo distraída a la entrada
del local. La chica me dio su nombre, luego me despedí. Un pequeño acto e
intercambio que cualquiera puede olvidar. Dos años después, volví a encontrarla
cuando era practicante de mi profesión.
Nuestra compañía como amigos duró tan sólo seis semanas. Después de ese
breve tiempo no volví a verla por años. Sin embargo su amistad influyó
enormemente en mi vida, inspirándome altamente a vivir con más fuerza. Fue una
de esas amistades inolvidables. De esas amistades que uno dice “como si la
conocieras de toda la vida.”
Recuerdo que al final de las breves semanas en su compañía me envío a
mi correo electrónico un mensaje: “sé que a un amigo también se le puede decir
te amo”, son las palabras más hermosas que jamás nadie me dijo. Su amistad y
sus palabras han sido una gran inspiración en mi juventud. Las mejores palabras
que me brindaron en esta vida. Gracias, gracias y gracias.
La melodía que acompañaba a la tarjeta postal virtual era la
interpretada por Nino Bravo: Un beso y una flor. Volví a escuchar la canción
para escribir este texto y proféticamente algunas letras de esta canción nos
cuentan que: “Serás como una luz que alumbre mi camino, me voy pero te juro que
mañana volveré.”
Tú puedes, con los actos de tu existencia, inspirar la vida de otras personas
hasta lo más alto posible. Si puedes hacerlo más conscientemente cada vez tu
vida será dichosa, engrandecerás y serás engrandecido por la gratitud de servir
a otros.
Agradece a la vida no sólo por lo que te ofrece, sino por la dicha de
tener la libertad para servir. Es hermoso cuando agradeces por la oportunidad
de serles útil a los demás.
Declaro éxito en tu vida!
Alberto Guzmán
Si te gustó este aporte, te agradezco por ayudarme a hacer
crecer este blog y pedirte una vez más compartas este articulo en Twitter,
Facebook ó google +1.
Por mi parte seguiré aportando el máximo valor que me sea
posible. Gracias por tu apoyo incondicional.






